El sábado pasado (si, ya sé, hace casi cuatro días), hicimos una barbacoa para festejar el cumpleaños de mi hijo. Empezamos a eso de las cinco de la tarde con unos bañitos en la piscina y terminamos a altas horas de la madrugada con el convencimiento de que no me haría falta coger el coche para ir a mi casa.
Todo empezó hace casi dos semanas, cuando mi suegro y El Tuerto me ayudaron a montar el puzle de piedra que después sería esta fantástica barbacoa. Como hago menos ejercicio que la manilla de una puerta pillé unas agujetas de campeonato que me duraron cerca de una semana (y para los que creen que eso es ácido láctico y mariconadas por el estilo, que se olviden, sufrí en mis carnes la rotura de fibras musculares… lo que es realmente una agujeta como Dios manda).
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