El viernes 27 de enero se había levantado frío y desapacible. Barcelona había amanecido cubierta por una espesa capa de niebla que ocultaba la incipiente nevada que había descargado durante la noche y allí estaba yo. Trece años después volvía para enfrentarme a mis miedos más oscuros y sólo tenía la compañía de mi fiel compañera, María Jesús. Así, como hacíamos durante la juventud, nos acercamos a la facultad con envidia y orgullo le dedicamos una mirada nostálgica al descampado donde en mi viejo 127 descubrimos cosas muy interesantes.
La facu no estaba muy cambiada. Sobre todo el bar al cual me dirigí sin duda. María Jesús recordaba como llegar a las clases yo, sin ambargo, sólo al bar. Cosas de la memoria selectiva. Subimos a la torre B al piso tercero y allí ya estaba lleno de personas que con aire distraido esperaban a que coomenzara la defensa de mi tesis doctoral. El tribunal estaba en pleno presidente, secretaria y tres vocales que de hito en hito me dedicaban una mirada mezcla de severa, dada la importancia del acto, y mezcal de paternalista. De hecho parecía que me dijeran «pobrecito». Al cabo de unosinterminables minutos, el cuello y la corbata amenazaban con adelantar mi sacrificio, sonaron las palabras solemenes «Se abre en sesión pública la defensa de la tesis del doctorando D. Manuel Díaz Ordóñez, sirvánse ingresar en la sala».
Después todo me pareció un sueño. Primero mi defensa, las objeciones del tirbunal mi respuesta, el director de la tesis D. Carlos Martínez Shaw valorando mi trabajo. Y aquello parecía que se acababa. El presidente del tribunal anunció un receso para la deliberación. María Jesús y yo esperamos con los demás espectadores en el vestíbulo los nervios eran muchos. Las objeciones habían sido duras, pero justas. En general parecía que todo iba bien. ¿no sé, no sé! decía mi cabecita. De nuevo reuido de puertas, la secretaria del tribunal vuelve a llamarnos a la sala. ¿Qué habrá sido?, bufff…. lo que séa será… y esas memeces se agolpaban entre el occipital y no se qué otra parte del cerebro. Suena la sentencia «El tribunal ha decidido conceder al doctorando el grado de Doctor con la nota de sobresaliente cum laude por unanimidad, se informa también que se han emitido los correspondientes informes muy favorables para la concesión del Premio extraordinario de dcotorado». Siento que se me afloja el nudo del estómago, cruzo una mirada rápida con mi mujer, ella me sonríe como mejor sabe hacer, con sus ojos y pienso….
ya está y ahora ¿qué?
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