Como cada año me toca ir en navidades a "mi tierra" y, como cada año, más me alegro de haberme autoexiliado a tierras reclamadas por los norteafricanos. Además de las consabidas malas experiencias con la educación de la gente, este año he tenido que sufrir los efectos de la modernidad de los servicios de la Estación de Sants en Barcelona.
Valoremos: trayecto a Barcelona en tren, más o menos, 10 horas, trayecto entre el anden al vestíbulo de la estación de Sants, 33 minutos. Si señores/as. Resulta que a algún "inteligente/a" se le ha ocurrido suprimir las rampas mecánicas de subida/bajada de dicha estación. Obligando a los pasajeros de largo recorrido a hacer enormes colas ante el único ascensor que han dejado si vas cargado con un carro, ya que la escalera mecánica no es opción.
En definitiva, se premia al viajero único. Aquel que viaja sólo y, como máximo, con un/a trolley (¿se escribe así?). Si eres una persona mayor, o viajas para más de una semana, o tienes niños y, en consecuencia, te ves obligado a cojer un carro para cargar con las maletas, estás condenado a esperar el ascensor de marras. Eso sí con una amable azafata/o (¿ahora serán auxiliares?) que te pulsa el botón del elevador.
En una ciudad que se precia de modernidad y que continúa siendo destino turístico familiar, la imagen que dá no sé si es la adecuada. Más de media hora para subir apenas unos metros es algo inconcebible y, no sé hasta que punto puede ser coherente con una política de seguridad en la que, para desalojar el andén, sólo haya una escalera mecánica de subida y otra de bajada (el ascensor en una emergencia no sería opción, o ¿sí?). ¿Esto es europeidad?, ¿Marchar hacia el individualismo?, ¿ponerlo difícil a las familias y los mayores?, ¿Es así en el extranjero?. Bueno, con esto y un bizcocho hasta fin del año que viene.
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