A demás, como ir a trabajar uso la moto, puedes imaginarte como llegué a casa. Ni chubasquero, ni pantalones de agua ni las tan socorridas bolsas de basura en los pies, tendría que haberle puesto flotadores a la moto.
Por cierto, de camino a Los Arcos, en la Ronda del Tamarguillo vadeé un charco (por no decirle riachuelo) que llegaba cerca de un tercio de la puerta del C3. Pensé que en cualquier momento empezaría a entrar agua como en los dibujos animados. Y lo que es peor, bajarme a empujar con el agua por las rodillas como algún otro conductor con el que nos cruzamos. Cuando pasaba cerca de nosotros alguna furgoneta o 4×4 haciendo alarde de su condición se meneaba el coche como una barca. Afortunadamente tiré por al Avenida Andalucía y salí sin incidencias pero, como acertadamente comentó mi hijo de esta salimos en los periódicos.
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Pues a mi me pillo en Macarena, cuando iba en el autobús C3 me tenía que bajar en dos paradas pero como en la que me bajaba no había marquesina, con la que caía, me baje en la de San Julián y ahí, nos apiñamos un montón de gente, que parecíamos piojos en costura, la calzada, estaba como un rio, y no se veían las aceras, a estas que pasó una moto, que nos inundó. Yo quería salir de ahí de alguna forma, pero no había manera, ya que yo miraba haber donde habría un refugio, más seguro, pero nada, además que a la mayoría esto nos pilló de sorpresa con calzado de verano y vestidos sin manga, y por supuesto ni paraguas ni «ná» de «ná.»
Al fin de casi una hora amaino un poco, se quedo como lluvia normal, entonces, cruce y me fui por correos hacía mi casa, calándome claro pero no había otra, llegue que casi ni me creía que estuviera en casa y me metí una ducha, y así terminó mi odisea torrencial.