El día en que los muertos volvieron

Un año más nos hemos reunido un grupo de amigos con sus respectivas familias para pasar un buen rato. En este caso la excusa ha sido la fiesta de todos los santos, es decir el tránsito entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre.

Esta fiesta que, en la actualidad, es más conocida por su denominación anglosajona (es decir Halloween o All hallow’s eveliteralmente la Víspera de Todos los Santos-) tiene su origen en las fiestas célticas del siglo VII o VI antes de Cristo. En este día se celebraba el cambio de año y para festejarlo se dedicaba un festejo a Shamhain, es decir, la representación divina de la muerte en su cultura. Como otras fiestas paganas el cristianismo la absorbió y unió a su acervo en su forma que conocemos en nuestro país como Fiesta de Todos los Santos y Día de los Difuntos.

En el siglo XXI y con la actual crisis de identidad religiosa el catolicismo observa este tipo de celebraciones con preocupación por el distanciamiento que incorpora entre los fieles y los valores propios de la fe cristiana. Es destacable, en este sentido, el Proyecto: Fiesta de todos los Santos, patrocinado por el sitio web catholic.net, que "Más que combatir la forma en que hoy se celebra "Halloween", que nada tiene que ver con nuestras costumbres y valores; queremos retomar el sentido original de esta fecha y celebrar la <Fiesta de Todos los Santos>". En concreto, persigue anteponer la vida a la muerte y oscuridad, alegría por terror y miedo, paz y amor por violencia y, por último, respeto y entrega por amedrantamiento y chantaje. Nada que objetar a estos principios, pero yo me pregunto. El pedir caramelos a los vecinos puede ser considerado "amedrantamiento y chantaje", o incluso podría entenderse como violencia. No sé otros pero yo creo que nunca he pegado a nadie por un caramelo. En fin, "cosas veredes".

Más allá de este debate lo que me viene mejor ahora es contarte lo bien que nos los pasamos haciendo este tipo de fiestas. Creo firmemente que el maquillarme junto a mi hija pequeña de 3 añitos es un buen ejercicio de educación. Obviando y anulando al máximo los miedos que en esta edad les acechan en cada armario o en cada muñeco de rasgos perversos. Jugar y reírnos juntos mientras nos aplicamos la pringue de rigor imitando a los come cerebros de Romero o imitando al inigualable Vlad nos acercamos mucho más entre papa y nena. De una forma más intensa que escondiéndola en casa y advirtiéndola que no haga tal cosa o tal cual otra por que vendrá el perro, el hombre del saco, el monstruo o cualquier término más de ese tan largo etcétera que se puede incorporar.

De la risa de mi hija, además de embobalicarme como buen papa, pasé a reirme con mi chico grande que amenazaba con vampirizarme, si eso, a mi, un señor zombie de cerebros devorar. Habrase visto que desvergüenza la de estos críos modernos. Luego con mis amigos, sus mujeres, los niños, benditos críos -cuando duermen se entiende-. Todos disfrazados, riendo a carcajadas y haciendo el cafre con los coches que detenían su marcha un instante al pasar a nuestro lado. Reagan la niña del exorcista, caninas de todas las edades, colores y tamaños, fantasmas divertidos, diablesas, brujas, vampiros, murciélagos, accidentado, zombies piratas del Caribe, con chistera y soldados muertos en batalla. Todos ellos se dieron cita en el garaje del propietario de este blog y dieron rienda suelta al hambre acumulada por el paseillo caramalístico de la barriada y, también, dieron buena cuenta de la ambrosía del pobre: la cerveza.

Bueno pues para que veaís una buena muestra de los invitados te presento estas foticos.

Un saludo,

El Tuerto

santos_01
Entre Zombies anda el juego.
santos_02
Suerte que este zombi llevaba farol porque con la cerveza no veía el camino de vuelta.

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