Con las farmacias hemos topado amigo Sancho

Si bien el bueno de Don Quijote le decía esto a su fiel escudero al llegar, frente con frente a una iglesia, demostrando la rigidez de la institución eclesiástica y su inmovilismo dogmático, me he permitido utilizarlo aquí porque, la verdad, ayer estuvo a punto de costarme la fe en mi salud. Os cuento, porque dicho así parece un galimatías.

Hace semanas que me preparo como ARV (acrónimo muy militar de Aspirante a Reservista Voluntario). Como comprenderéis pues estoy con el régimen, saltándome comidas (si ya sé que esto no adelgaza y, encima, es malo para el metabolismo). Todo encaminado, eso sí, para no echar el bofe por esas colinas por el CIMOV de Camposoto (San Fernando), o de la ENM (Escuela Naval Militar de Marín). Imaginense la mala leche consuetudinaria de la que hago gala habitualmente, multiplicada por los gramos que gano o que pierdo y, de los que Paloke puede dar testimonio.

Pues a todo esto estaba yo contento porque mi báscula de casa decía que entre semanitas había rebajado mi peso de los 102 a los 94,5 Kg. Que contento, que alegría. Incluso en el trabajo algún que otro compañero me felicitaba por el adelgazamiento. Bueno pues, que decirles, un gozo sentirse motivado y que te refuercen los que te conocen. Ja. ja! Pero yo no contaba con una secta del mal que se hacen llamar farmaceúticos y que se esconden en oscuras covachas indicadas, muy convenientemente por las autoridades sanitarias, con una cruz luminosa para que los pobres enfermos no se acerquen por equivocación. Pues yo la cometí, si lo sé es imperdonable, pero ya no hay vuelta atrás. Les cuento mi terrible experiencia para que no se aboquen a sufrirla en sus carnes.

En nuestro paseo habitual Paloke y yo solemos pasar por algunas farmacias (ya les digo que normalmente vamos avisados para no meternos por equivocación), pero hete aquí, que el otro día evitando que un abuelo se enzarzara a paraguazos con dos empleados de la empresa municipal de Sevilla (no era para menos se lo habían llevado por delante con el container del vidrio)… Bueno a lo que iba. Que yo no sé como me lo monté que acabé delante de una báscula de una farmacia. Los 20 centimos aparecieron como ensalmo en mi mano y, después de unos segundos, las lucecitas y el run run de la maquinaria de impresión del ingenio diabólico dieron resultado en un lustroso ticket: 99,5 Kg. ¡COMOR!. ¿qué había pasado?, el agua , si eso han sido los dos litros de agua, no porque ya he ido al servicio, ¿entonces?. A ver -conté con Paloke- las botas de trekking un kilo, la ropa otro kilo y medio. Total 2,5 kilos menos. Es decir, según la condenada báscula pesaba desnudo 97 kilos ( o lo que es lo mismo, 3 Kg más que en mi casa). Paloke sabiamente me detuvo mientras me disponía a quemar aquel antro diciéndome "lo importante es que hayas rebajado el peso en una sóla báscula, independientemente del peso real que tengas". Si, si, aquello estaba muy bien en las teorías filosóficas, pero el tate llevaba tres semanas sudando más que Robinson Crusoe al lado de la marmita donde cocinaban al pobre de Viernes. Aquello era un insulto, ¡que diantres!. rebusqué en los pantalones moneditas doraditas de 20 centímos y a la carrera seguí pesándome en diversas farmacias. Al cabo, resumí la situación. Casi todas me daban 99,5 Kg. menos una que me había dado 98,6 Kg. Datos, que en cualquier caso, estaban muy por encima de mis expectativas.

Llamé a mi mujer y, entre lamentos y hipidos contenidos, le conté la dura experiencia que había vivido. Insitió en lo que Paloke me había dicho que si lo quei mporta es la rebaja, que no importa el peso real. Si, si, pero estaba en juego mi honor. LLegué a casa y pensé con lógica lo que pasaba. Decidí eso es que mi peso, pasada determinada carga no era fiable. Si parecía una buena solución al dilema. ¿cómo comprobarlo?. Entre tanto mi hija pequeña dibujaba en mis brazos, mientras que yo daba cuenta de una escasísima porción de ensalada que parecía mirarme y decirme "no me comas, por favor, soy tan tierna". EUREKA. Me dije. Si el problema es el exceso de peso en mi báscula aumentémoslo. Me pesé de nuevo. 94,5 Kg me dijo la báscula. Cogí a mi hija y la pesé le dijo 13 Kg. (sé por su pediatra que pesa 14 kg). Bien hay una diferencia de +- 1 Kg. Con lo cual 94,5 + 1 + 2,5 (ropa) = 97,5 Kg. Hasta los 99,5 me sobraban un par de kilos. Y eso que acababa de comer. Hice la prueba definitiva me cogí a la niña en brazos y nos pesamos los dos. Si la báscula fallaba a partir de un determinado peso era el momento que explotara y, mire usted, el aparato me dice 107,5 Kg (94,5 míos + 13 de la niña). Humm!. Aquello era muy sospechoso.

Salí a dar la carrera de la tarde y me acerqué a la farmacia mía, la habitual, a la que voy siempre (si ya sé que no se deben pisar estos antros pero cosas del asma de mi mujer). Me peso y ta chan, me dice le báscula 97,5 Kg, anda ya. Si le quito los 2,5 kg de la ropa me quedo en 95 Kg. Extasiado le preguntamos a Fernando el farmaceútico y me confia en secreto "en muchos sitios las calibran mal a propósito" y añadió "no te has fijado que las básculas están puestas al lado de los productos diuréticos, adelgazantes y demás" y concluye sarcástico "ahora ya sabes por qué".

Me despedí alegre y contento, hasta me permití correr parte del trayecto de vuelta, y recordé las palabras de aquel abuelete que cuando me vió pesarme por la mañana me dijo "que pesa mal, ¿verdad?, como vió que no me había enterado, ya que por algo soy más sordo que una tapia de tocho antigua me repitió "vamos que pesas más que en tu casa", "no desesperes eso pasa en todas las farmacias de alrededor". Que jodío el anciano, no sé si me lo dijo por aliviarme el careto descompuesto después de la medida errónea de la báscula, o bien porque ya lo había sufrido él o su mujer, vaya usted a saber.

A lo que voy. Ya sé que una medida de una báscula no es una medicina y que de su lectura no se deberían derivar responsabilidades sanitarias pero, al fin y al cabo, es una máquina de cara al público en un establecimiento serio (vamos no es una máquina tragaperras en un bar). Creo sinceramente que los farmaceúticos se deberían preocupar de mantenerlas en buen estado o, sencillamante, no poner su 0 kg. en un + 2 kg. Muchas personas (como yo lo confieso) dependemos de ellos.

El_Tuerto

Sevilla, 30 de marzo de 2006

4 comentarios

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  1. No se si será un poco de autobombo, pero aquí os dejo un relato de un conocido en su periplo por las farmacias de Sevilla …

  2. «inamovismo»??????

    perdona por ser dogmático, pero al llegar a dicho invento tuve que dejar de leer, dado que no confío en analfabetos.

    un saludo, y mejor sería que te pusieras a estudiar castellano en vez de gastar tu tiempo en entradas tan largas en el blog 😉

    • El_Tuerto el 1 abril, 2006 a las 18:18
    • Responder

    Quizá te excedes un tanto en tu «dogmatismo» por el cual me calificas de analfabeto. En todo caso, no recuerdo haber tenido el suficiente contacto contigo para que con sólo el error de transcripción «inamovismo dogmático», por lo que quise decir «inmovilismo dogmático», sea suficiente base para realizar tal juicio de valor. Sea bienvenida, de todas formas tu correción que incluyo en el editado del texto.

    Un saludo

    El_Tuerto

    • Anónimo el 14 abril, 2008 a las 19:03
    • Responder

    Tema absurdo donde los haya.
    Como decial el que fuese, lo importante es el peso en una misma bascula.

    Como se puede faltar asi a todo un gremio por semejante estupidez.

    Ahi rebientes de *gordo*

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